La pintura de ojos, seducción en la mirada

Retrato de Ebih, Museo del Louvre (Foto Marie-Lan Nguyen)

¡Bésame, señora de hermosos ojos! 
Este verso del poema de Enlil a Sud perteneciente a la lírica sumeria nos presenta un tema principal de la literatura universal la belleza de la mirada.
La expresión del rostro  centra en los ojos el reflejo de nuestros más íntimos sentimientos. En la mirada se concentra el poder seductor de los ojos y por ellos son merecedores de los mayores cuidados y atención. 
Los ojos protagonizan los más hermosos versos desde la antigüedad.

En el poema de la cultura ugarítica sobre el rey Kirta encontramos un fragmento en el que se describe a la mujer que él rey quiere como esposa destacando sus ojos y comparándolos con materiales preciosos.

“Debes dar lo que le falta a mi casa
Dame a la doncella Hurraya,
La mejor muchacha de tu progenie;
Cuya bondad es como la de Anatu,
Cuya belleza es como la de Atiratu;
Sus pupilas son de puro lapislázuli,
Sus ojos son como los cuencos de alabastro,rodeados de rubí,que yo pueda reposar en la mirada de sus ojos”

La figura lateral representa una mujer con los símbolos sexuales muy marcados y los ojos hechos de lapislázuli. Pertenece a la cultura Badariense, del periodo predinástico Egipcio (4000 a. C.)
Aunque en el arte se adornaban los ojos con lapislázuli, ello no conlleva que se usase para pintura de ojos, sino que parece ser un signo de riqueza y de representación de realeza.

En la literatura el brillo de los ojos es destacado como símbolo de belleza y motivo de atracción hacia la mujer. El poeta latino Propercio habla así de los ojos de su amada: “No me cautiva tanto su rostro…ni sus ojos, antorchas gemelas, mis estrellas amadas.”


Pintura mural etrusca

En el Antiguo Egipto todos sus habitantes se pintaban los ojos por diversos motivos. Aunque se pueda pensar que lo hacían principalmente  por razones estéticas, la pintura aplicada servía para paliar el efecto que la luz solar ejercía en los ojos, y proteger los párpados del árido y seco clima del desierto. Su uso terapéutico y como protector mágico estaba también entre los motivos de su empleo.


Pintura egipcia, Tumba de Nakht

Mesdemet era la línea negra con propiedades fungicidas , antideslumbrantes, que hacía que el polvo quedase pegado fuera del ojo y no penetrase en el interior, al mismo tiempo que repelía los insectos, de manera que, además de realzar la belleza de la mirada proporcionaba protección a los ojos como elemento de medicina preventiva.
Durante el Reino Antiguo se utilizaba la malaquita, udju, un óxido de cobre de color verde claro, para pintarse la zona alrededor de los ojos. Este mineral se extraía de minas en el Sinaí, que se consideraban que estaban bajo el poder espiritual de Hathor, diosa de la belleza y el amor y a la que se le daba el apelativo de Dama de la malaquita.



 En el Reino Medio, la malaquita fue sustituida por el kohl, una especie de colirio a base de galena, un mineral de plomo de color negro, mezclado con otras sustancias como cerusita, laurionita y fosgenita. La galena se traía de Assuan y de la costa del Mar Rojo, y parecer ser uno de los productos que se trajeron de la expedición que la reina Hatshepsut  envió a las tierras de Punt. La galena, de hecho, era uno de los ingredientes principales de muchas recetas para el cuidado de los ojos, junto con sustancias grasas, miel y varios minerales, como se cita en el Papiro Ebers.
De la importancia que se daba a la adquisición de la galena ha llegado hasta nuestros días una carta del palacio del Faraón en el Reino Nuevo donde se reclama el producto de buena calidad.

"Que se traiga al palacio del Faraón galena doblemente excelente y se traigan 15 deben a través de este funcionario.Cuando se entregó a los físicos del Faraón para su preparación, se vio que no valía, ya que no era digna como pintura de ojos para el Faraón. Un solo deben parecía apropiado.Se devolvió y ahora se piden 100 deben de galena cuatro veces buena."



Recipiente para kohl con aplicador
Los minerales se trituraban en pequeños morteros o láminas de piedra y los componentes molidos se guardaban en un paño o bolsita de cuero y, después, se mezclaban con agua que podía ser perfumada o alguna resina, de forma que se pudieran aplicar sobre los ojos por medio de bastoncillos de diferentes materiales, madera, bronce, hematita, obsidiana o vidrio.

Recipiente para kohl en forma de palma
 La línea de pintura negra se aplicaba en los bordes de los párpados y a lo largo del rabillo del ojo, exagerando la forma de los párpados y acentuando así la intensidad de la mirada. El alargamiento de la línea de la ceja y el párpado hacía atrás, hasta casi llegar a la oreja, puede haber tenido la intención de proteger contra el mal de ojo.
Tanto la malaquita como la galena se incluían como parte del ajuar funerario. Se conservaban  en conchas, trozos de cañas, envuelto en hojas o en pequeños recipientes de fayenza, alabastro o distintas piedras.


Cubierta de sarcófago egipcio, Museo Metropolitan
Los párpados se coloreaban con minerales de distintos colores y para conseguir un efecto con destellos  se machacaban los caparazones iridiscentes de ciertos escarabajos hasta obtener un polvo que mezclado con los minerales se aplicaba como sombra de ojos.
En los poemas de amor egipcios puede apreciarse la importancia dada a los ojos y su ornamentación:


“Mi oración es la pintura de mis ojos.
Verte hace que mis ojos brillen”
Que la pintura de ojos era algo común entre los pueblos de la antigüedad  queda patente en pasajes de la Biblia donde se menciona que las mujeres cubren sus ojos de pintura para embellecerse: “Y tú, devastada, ¿qué vas a hacer? Aunque te vistas de púrpura y te adornes de joyas de oro, aunque te agrandes los ojos con afeites, inútilmente te pones bella.” (Jeremías, IV, 30)


Recipiente para kohl, Irán, LACMA, Los Ángeles
En el mito de Inanna, diosa Sumeria, uno de los epítetos que se le conceden a la diosa es el de kohl (pintura de ojos) de Dumuzi (su amante).

También los hombres pintaban sus ojos por los mismos motivos que las mujeres, como se puede ver en las pinturas y esculturas Egipcias y Mesopotámicas.
Jenofonte, historiador griego, describe al rey de Media, Astiages, con los ojos maquillados, en su obra Ciropedia.
“Le encontré adornado, con los ojos pintados, las mejillas coloreadas y con cabellos postizos, lo cual era habitual entre los medos.” (I. 3)


Pinturas Palacio de Mari



Los Fenicios se encargaron de comerciar con los productos cosméticos que trajeron del Medio Oriente hasta el Mediterráneo, por lo que todos los pueblos del entorno los usaron con propósitos estéticos y medicinales.

En Grecia, al igual que en Egipto, se marcaba el borde de los párpados con una línea negra pintada con hollín o productos similares que se prolongaba hacia fuera para hacerlos parecer más grandes. Se aplicaba un rojo en el párpado superior, rodeado por un verde hasta los huesos de las órbitas, también bajo el párpado inferior. Era frecuente llevar las cejas hacia el arranque de la nariz hasta casi juntarse una con otra, y, en todo caso, resaltarlas con antimonio, porque un entrecejo grande se consideraba un signo de carácter.
 “Las resinas quemadas son útiles para los emplastos olorosos, para los reconstituyentes y para las coloraciones de los perfumes. Se recoge también hollín de resina, como en el caso del incienso, que se emplea para los cosméticos embellecedores de los párpados, para las comisuras de los ojos ulcerados, los párpados que supuran y los ojos lacrimosos.” (Dioscórides, De Materia Medica, L.I. cap. 71)


Retrato etrusco, Villa Getty (Foto Mary Harrasch)
Clemente de Alejandría cita al comediógrafo griego Alexis
Según el ideal de belleza romana, la mujer debía poseer grandes ojos y largas pestañas. Plinio El Viejo escribió que las pestañas se caían por excesos en las prácticas sexuales, por lo que las mujeres para probar su castidad intentaban mantener sus pestañas largas. También preferían las cejas oscuras que se juntaban en el centro consiguiendo tal efecto con antimonio u hollín, como describe Juvenal en la sátira II, donde se habla del maquillaje de los afeminados:

“Uno prolonga sus cejas con una aguja mojada en hollín, y eleva sus ojos para pintarlos...” (Juv. Sat. 2, 92)


Recipiente para kohl, Siria,
Museo del Louvre (Foto Marie-Lan
Nguyen)
La palabra calliblepheron se usaba como término genérico para describir el maquillaje de ojos, que podía aplicarse a los párpados, pestañas y cejas, pero había muchos cosméticos para cumplir un propósito específico. Calliblepheron se usaba también para denominar una mezcla de pétalos de rosa chamuscados y azafrán y se usaba para engrandecer los ojos. Otro cosmético con el mismo objetivo se hacía con huesos de dátil quemados con hollín o nardo y conocido como nuclei palmarum cremati. El stibium , un maquillaje en polvo hecho de  sulfuro de antimonio se aplicaba con el mismo efecto y, además, con incienso y resina aliviaba las úlceras de los ojos.
“El antimonio tiene propiedades astringentes y refrescantes pero se usa principalmente para los ojos por lo que incluso la mayoría de gente lo ha dado el nombre griego (platyophthalamon) que significa “de ojos grandes” porque en los cosméticos para cejas tiene la propiedad de agrandar los ojos.” (Plin. H.N. 33, 102)


Pintura de Septimio Severo, Julia Domna y Caracalla

Para oscurecer las pestañas se aplicaba Ampellitis terra, una tierra bituminosa. También se teñían las cejas y pestañas con cenizas. Para que ese maquillaje fuera más llamativo y tuviera un olor más agradable se añadía azafrán.
“No temáis aumentar el brillo de los ojos con una ceniza fina o con el azafrán que crece en tus riberas, ¡Oh, Cidno!” (Ovid. Ars A. III)
Un pigmento negro hecho de hollín o antimonio en polvo (fuligo) se usaba para el entrecejo y alrededor de los ojos, como delineador. Un método barato y disponible era aplicar hollín de las lucernas romanas (fungus lacernae).
Elaceomeli, una resina del olivo, se llevaba para oscurecer los ojos.
Las cejas se perfilaban sin alargarlas y se retocaban con pinzas. Y se ponían cejas falsas que podían comprarse:
“Sacó después de un cofrecito un par de cejas postizas y las encajó hábilmente en las arcadas de las perdidas, devolviéndole así su gracia primera.” (Petronio, Satyr. 110)


Retrato femenino, El Fayum
Retrato masculino, El Fayum















Aceites preparados con distintos ingredientes, como los membrillos, se empleaban para curar diversas enfermedades oculares. 







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